Por Víctor Alfonso
Medina Lugo
La Península de Yucatán se caracterizó por su aislamiento a lo largo del
período colonial, e incluso entrado el siglo XX, ya que la selva y el terreno
pantanoso de la zona sur impedían un contacto directo por tierra con el centro
de México, por lo que su comunicación con el exterior se llevó a cabo vía
marítima a través del muelle de San Francisco de Campeche principalmente, y
otros puertos como Sisal, Champotón, Río Lagartos y Bacalar, entre otros,
situados a lo largo de la costa peninsular.
Con los avances en la industria náutica a lo largo del siglo XIX, los
medios de comunicación marítimos se fueron haciendo mucho más eficientes al
introducirse los adelantos tecnológicos como la máquina de vapor, lo que motivó
que los barcos dejaron de depender tanto de los vientos como de las corrientes
marítimas. Así, para el año de 1818 se construyó en astilleros norteamericanos
el SS “Savannah”, un barco híbrido que combinaba el sistema de velas con un
motor de vapor y cuyo objetivo era ser la primera embarcación en cruzar el
Atlántico, lo cual logró en apenas 27 días.
No hubo que esperar demasiado para que otros constructores de naves
imitaran la hazaña, así aparecieron los vapores ingleses HMS Sirius y HMS Great
Western que viajan exitosamente hasta Nueva York, en el año de 1839. De este
modo se consolida la comunicación con otras regiones y se fundan compañías como
la Royal Mail Steam Packet Company, que ganó un contrato para transportar correo cada quince días uniendo
a Barbados, Granada, las Islas Vírgenes Danesas, Haití, Cuba y México, además
de servicios de enlace de varios puertos de la América continental.
Pero a pesar que la tecnología náutica avanzó a pasos agigantados, se
seguían enfrentando a los mismos temores de siempre; asaltantes, inclemencias
del tiempo y la geografía marítima.
Uno de los más temidos obstáculos que hicieron frente las embarcaciones
que cruzaron por la península de Yucatán, fue Arrecife Alacranes, ubicado al
norte de la península y el cual cobró victimas desde la época colonial,
apareciendo ya en la cartografía del siglo XVI debido a su peligrosidad para
las naves.
Aún en el siglo XIX siguió causando desastres, los cuales no fueron
ajenos a los vapores de la Royal Mail Steam Packet Company, pues su vapor Tweed naufragó
fatalmente en estos arrecifes en 1847, arrastrando consigo 120 vidas,
acontecimiento que se repitió dos años más tarde, en 1849 con el HMS Forth, aunque en esa ocasión no hubieron
pérdidas humanas.
Los vapores correo fueron embarcaciones que se encargaban del transporte
de correspondencia, además del tránsito de mercancías y pasajeros entre los
diversos puertos.
Una embarcación muy conocida para los campechanos de la época era el Campechano, un vapor correo que daba
servicio de Progreso a Veracruz y ocasionalmente a San Juan Bautista (Tabasco),
haciendo escalas en Celestún, Campeche, Champotón, Laguna y Frontera. Su
itinerario era publicado en los periódicos de la época, especialmente en El Reproductor Campechano. Esta
embarcación fue construida con fondos de la familia Baranda y la compañía que
la tenía a su cargo era Vapor Correo Nacional Campechano.
Otras embarcaciones nacionales de la misma temporalidad eran el Tampico, y el México. Todos estos navíos se encargaron de transportar tanto a
personas como a mercancías a todo lo largo de las costas del Golfo de
México. Otras líneas postales marítimas que transitaban en México fueron la Compañía
Trasatlántica Mexicana, la cual daba un servicio mensual entre Veracruz y
Liverpool haciendo escalas en Progreso, La Habana y puertos de España y
Francia. La Compañía de Vapores Correos de F. Alexandre & Sons que proporcionó
un servicio semanal entre Veracruz, La Habana y Nueva York, con escalas en
Frontera, Campeche y Progreso, llegando a tocar en ocasiones los puertos de Tuxpan
y Tampico, esta empresa hacía conexión con los vapores de la Empresa Bulnes
Hermanos, la cual daba servicio entre San Juan Bautista y Frontera.
Estas sociedades hacían sus anuncios en los periódicos de la época, especialmente
en los de variedades. A través de estos periódicos no solo es posible conocer qué
barcos arribaban y a qué compañías pertenecían sino también los productos que
mercantilizaban pues a los comercios les gustaba anunciar con bombo y platillo
las grandes novedades que recibían en sus tiendas. Así, en las tiendas campechanas
era posible encontrar desde cervezas alemanas, vinos franceses, telas de Medio
Oriente y medicamentos de todas partes del mundo.
Las embarcaciones no se limitaban de forma exclusiva al transporte de
correspondencia, pues como sus mismos anuncios señalaban: “se recibe carga,
pasajeros y correspondencia franca”. A través de ellos se movían por los mares
los recursos y productos de la región, además de sus habitantes. En un anuncio
del 14 de octubre de 1888, El Reproductor Campechano informó los precios de la New-York And Cuba Mail Steamship Company,
donde se aprecia que las cargas comunes de Campeche a Nueva York eran el
henequén, los cueros de res, el palo de tinte y las pieles de venado, mientras
que los fletes de Nueva York a Campeche eran de madera de construcción,
cerveza, ganado, vegetales y frutas, grasa y cimiento para las construcciones.
El viaje de Progreso a Campeche tomaba aproximadamente 3 días,
dedicándose un día a permanecer en el puerto, mientras que el recorrido hacia
Veracruz desde el puerto campechano tomaba cerca de 20 días ida y vuelta. De
todas las compañías la que frecuentemente tenía variaciones en sus salidas y
entradas era el Vapor Correo Nacional El Campechano, mientras que las líneas
americanas presentaban pocas anomalías en sus servicios.
Para el año de 1890 entró en servicio en la península, la línea de
vapores españoles Compañía Transatlántica Española, tocando los puertos Nueva
York, Habana y Progreso antes de llegar a Campeche, y de aquí partía hacia
Frontera y Veracruz. Su principal embarcación fue el vapor “Habana”.
Los vapores de esta época no eran en su totalidad de metal, sino que se
combinaban estructuras metálicas con madera, fueron los avances en la
metalurgia de finales de siglo los que permitieron la construcción de barcos de
hierro y posteriormente de acero, provocando que los cascos se fueran haciendo
más sólidos y ligeros. Se les conoce como vapor de ruedas ya que llevaba unas
ruedas con paletas colocadas normalmente a ambos lados del casco o en ocasiones
en la popa, y la propulsión no dependía sólo de las calderas ya que llevaban
mástiles con velas, especialmente los que se dedicaron a las travesías
transoceánicas.
El declive de estos vapores llegó en el año de 1897, cuando Robert
Diesel inventó el motor que lleva su nombre, y se basaba en la combustión
interna de un combustible fósil derivado del petróleo, lo cual agilizó mucho
más las travesías, además que economizó los espacios al no tener que
transportar los enormes volúmenes de leña que requerían los otros motores.
En la actualidad se conservan muy pocos vapores en el mundo y los que
existen son empleados con fines turísticos y recreativos, pues como medio de
transporte han sido superados. Estas embarcaciones que surcaron los mares del
golfo no dejan de ser parte importante de nuestra historia, especialmente de la
Península de Yucatán, en cuyas profundidades descansan aun varias de estas
naves esperando ser rescatadas del olvido para colaborar en la reconstrucción
de nuestro pasado económico y comercial.